viernes, 19 de febrero de 2010

DÍA Y MUERTE DE UNA APATÍA

Un golpe de aire.
El agua.
Frío, escalofríos, temblor.
Y luz, por fin, luz.
Nueve horas ciego, nueve meses.
Día tras día, nueve horas.
Algunas veces siete meses, no siempre.
A rastras, intentando mantenerme en pie, despacio y aprendiendo a hacerlo todo bien salgo forzado de esta casa, desprotegido del confort amniótico y oscuro del que he estado alimentado, me obligo a respirar…
…¡ese golpe de aire!
Veinticuatro horas, ¿ochenta años?.
Una rutina arraigada de costumbres y quehaceres que por muchos minutos que pasen no consigo desaprender. Mecánico, igual, aburrido.
¿Ochenta años? No, por ahora treinta y uno avanzando en bloques de veinticuatro horas hasta no sé cuando.
Olvido los sabores, los colores, las formas; pierdo las formas, y te falto al respeto con la rebeldía propia de mi adolescente insurrecto. Sigo deambulando bruscamente, alargando este parto matutino con cesárea, con dificultad de alumbramiento.
Me sonrío, busco acelerado y nervioso tu complicidad, y no la encuentro por más que la busco una y otra vez y caigo rendido, imagino tu sexo creciendo mientras toco mi sexo que también crece, te huelo, te recuerdo aquí, sudando, buscándome la boca desde atrás para morderme, te muerdo.
Te imagino boca a boca robándome el aire, quitándome el dolor, exhalando placer, gimiendo, mientras me masturbo absorbido por el colchón con la emoción silenciada para no agrietar más la pared.
Me aprieto fuerte despacio, lento me acaricio, paro por si viene alguien y me pilla, seguro de que nadie me oye sigo hasta que me voy, me entrego al abandono de la respiración relajada, del cansancio y me vence el sueño.
De una manera extraña despierto a tu lado, tu duermes, y yo me desperezo con dolor, aquejado del achaque de los minutos sobre mis hueso, me enderezo y salgo a poner los relojes en hora, no puedo perder tiempo.
A la vuelta y desde la puerta de la habitación veo como te deshaces, te esfumas igual de rápido que viniste a mi recuerdo y continuo con mi ceremonia de iniciación al matrimonio quitando tus pelos del lavabo, por cierto duran más que tus besos.
Suena una alarma, ya puedo mirarme al espejo, hasta esta hora no suelo hacerlo para evitar verme de niño, a esta hora nunca veo mis ojeras, siempre aparece mi reflejo de espaldas y así compruebo como tengo de largo el pelo, mañana me lo cortaré, siempre es bueno tener una buena imagen para empezar el año.
Me ducho, hago una reflexión mental de cómo fue la jornada para que el agua se lleve lo que más me gustó y quedarme con los peores momentos, así no volveré a repetirlos. Salgo con cuidado de no volver a resbalar, con estas horas el cuerpo no responde igual.
Cuando me quito el albornoz, seco, te pido ayuda para que me pongas el sudario, me amortajes y por fin dirigirme, a oscuras y ya sin tu ayuda hacia mi lecho, seguro de que hoy pasaré una buena muerte y mañana el parto será más corto.